viernes, 24 de octubre de 2008

Cristo Vs. Religión

CRISTO VS. RELIGION

Dios no está “encasillado” en la religión. Sin embargo, casi todos los individuos, religiosos o no, han llegado a igualar las creencias y la tradición con Dios Mismo.


Ellos lo dejaron casi muerto abandonado en un costado de la ruta. Golpeado y despojado de sus ropas, le robaron todas sus pertenencias de valor. Aunque él se hallaba aún con vida, no podía permanecer más tiempo en ese estado y no se encontraba en condiciones de ayudarse a sí mismo. Su supervivencia dependía solamente de la compasión de otros viajeros que pasaran por el sendero pisoteado. ¿Pero, alguien se dignaría a detenerse para socorrer ese cuerpo tan trágicamente herido que ahora yacía en un miserable auto chocado en un costado de la ruta?

Por pura coincidencia, un sacerdote estaba viajando por la misma ruta. Cuando él vio al hombre que yacía allí moribundo, en lugar de ayudarlo, continuó su camino por el lado opuesto. Transcurrió un poco más de tiempo, y llegó un segundo viajero, un Levita – nuevamente un hombre de buena posición e importancia. Sin embargo, al igual que el sacerdote anterior, no se detuvo para socorrerlo. Sin voluntad de ayudar y sin poder hacerlo siquiera, tanto él como el sacerdote podrían haberse conmovido y sentido compasión por el hombre moribundo mientras pasaban por el lugar. Estos hombres religiosos que, en ese momento, eran la fuente más probable de asistencia, le habían fallado a la víctima en su momento de mayor necesidad.

Allí, al costado de la ruta, el hombre yacía inmóvil. Su situación era desesperante. Con su vida que terminaba al desangrarse y con su mente confundida, el hombre se preguntaba si existía alguien que pudiese salvarlo. (1)

A PESAR DE QUE LA RELIGION PRETENDA LO CONTRARIO, ELLA SOLO HA PODIDO BRINDARLES A LOS SEGUIDORES DE DIOS UNA ESCASA PARTE DE TRADICION, EMOCION Y FILOSOFIA, MIENTRAS LES NIEGA LA PRESENCIA VIVA DE DIOS MISMO.

Una Necesidad Genuina

Es con frecuencia en las situaciones más desesperadas de la vida que nosotros nos damos cuenta cuan grande es nuestra necesidad. El nivel de desesperación puede variar en cada uno de nosotros, pero en definitiva, nosotros sabemos cuando hemos llegado al punto en el cual no soportamos más alguna situación determinada. En tales casos, reconocemos nuestra necesidad y nos rendimos ante el intenso apremio para encontrar la ayuda que necesitamos. Al encontrarnos agotados, rendidos, disgustados y desesperanzados, debemos confesar en forma inevitable, como lo ha venido haciendo la raza humana desde tiempos remotos, que necesitamos a Dios. Si nuestras circunstancias son dramáticas o no, todos nos hemos dado cuenta – o nos daremos cuenta - que como humanos, tenemos una necesidad inherente de conocer y experimentar a Dios. Independientemente de los innumerables caminos que ha traído este profundo reconocimiento tanto a nosotros como a nuestros antepasados, toda la humanidad, sin excepción alguna, ha respondido a su necesidad de experimentar a Dios.

Fuera de la Casilla

La Religión es tal vez la solución más comprensible frente al problema de encontrar a Dios que nosotros, los seres humanos, alguna vez hayamos producido. Desde sus orígenes primitivos, al comienzo de la humanidad, hasta sus manifestaciones más sofisticadas al terminar este milenio, la religión comprende el intento consumado de la humanidad de encontrar y experimentar a Dios. Tanto la arqueología como la antropología establecen nuestra necesidad de experimentar a Dios a través de los años. Abundan restos de la búsqueda. Los restos que han quedado atrás por generaciones de investigadores, preparan nuestros panoramas y llenan museos en el mundo entero. Las ruinas de templos, los ídolos e imágenes que se derrumban y las catedrales solitarias, llevan a testigos melancólicos al tiempo, energía y riqueza que hemos sacrificado en el intento de calmar nuestra sed de Dios.

Sin embargo, la religión ha fracasado. Parece que cuanto más buscamos a Dios en la religión, más vacíos nos sentimos. Parece que estamos más alejados y distantes de Dios de lo que estuvimos anteriormente. Si Dios satisface verdaderamente, ¿por qué no lo hace la religión?

Para contestar este interrogante, necesitamos una clara comprensión de la religión. Por “religión” entendemos “un conjunto personal o sistema institucionalizado de actitudes, creencias y prácticas religiosas (2). Dios, sin embargo, no es un sistema y El no puede estar encerrado en ninguna creencia o código. El no está “encasillado” en la religión. Sin embargo, casi todos los individuos – religiosos o no - han llegado a igualar las creencias y la tradición con Dios Mismo. Uno puede imaginar la confusión que surge cuando la religión y Dios se consideran inseparables, idénticos, y aún uno sólo y la misma cosa. Sin embargo, ¿la mente de quién no está oscurecida con esta lógica errónea?. Este falso equilibrio ha sido tan arraigado, que ahora es casi imposible para todos separa el uno del otro.

La falsa correlación que hemos hecho entre Dios y la religión ha tenido serias ramificaciones en la manera en que realmente vivimos nuestras vidas. Por un lado, esta confusión ha hecho que algunos se enamoren tanto de su religión, que la religión misma se convierte en el objeto de atención, mientras que, tristemente, todo el tiempo ellos piensan que es a Dios a quien están adorando. Otros, particularmente nosotros en nuestra generación, desechamos a uno – Dios - porque no podemos dejar de comprar al otro – la religión. Sea cual fuere la fuente de esta correlación equivocada, la consecuencia es la misma - La misma cosa que supuestamente nos lleva a Dios es la que en realidad, nos abstiene de El.

Promesas Vacías.

Cuando Jesús de Nazaret habló de religión, no lo hizo con amabilidad. La parábola que dijo acerca del hombre herido por ladrones, apuntaba directamente a una audiencia religiosa e intentaba exponer la naturaleza verdadera de la religión. La religión dominante en Palestina en el primer siglo era el judaísmo. La religión judía, sin embargo, no estaba sóla bajo ningún punto de vista al final de esta narración significativa. Si Jesús hubiese hablado estas palabras en la actualidad, El podría haberlas dirigido también a las principales religiones de nuestro propio tiempo.

Conforme a la parábola, una banda de ladrones ataca al viajero – despojándolo de sus ropas, hiriéndolo, pero no asesinándolo. Si juzgamos desde el punto de vista de la audiencia y contexto de esta parábola, no se puede dudar de que los ladrones representan a la religión y sus maestros legalistas. Esto está probado ampliamente por las palabras de Cristo en otras ocasiones. Una vez, mientras se dirigía a un grupo de líderes religiosos, El se refirió a ellos como “ladrones y salteadores” (3). Al desarrollar el pensamiento posterior, El dio poco lugar al malentendido: “El ladrón”, El proclamaba “no vino sino a hurtar, a matar y a destruir” (4). “Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas!”, les dijo en otra ocasión, “porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenas de huesos de muertos y de toda inmundicia… Vosotros estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. (5)

De esta manera, con el hombre herido y moribundo abandonado, Cristo presenta en la parábola, al sacerdote y al Levita. El sacerdote era una persona cuyo trabajo era traer el hombre a Dios, y se suponía que el Levita tenía que ayudar a la gente a adorar a Dios. Sin embargo, cuando estos hombres se acercaron al viajero moribundo, se impresionaron por su aspecto y huyeron. De la misma manera, mientras la religión supuestamente ofrece respuestas, ella no ofrece la ayuda que necesitamos en tiempos de desesperación. La falta de voluntad e ineptitud implícita por parte de estos dos líderes religiosos para brindar ayuda al hombre moribundo, habla más que las palabras con respecto a la naturaleza verdadera de la religión.

No puede existir duda alguna: la religión no sólo está llena de hipocresía; ella es también engañosa y devastadora. La religión mata al buscador ardiente. Los sistemas religiosos y muchos de sus maestros legalistas tienen un efecto hiriente y destructivo en los seguidores. No sólo las palabras de Cristo revelan ésto; ejemplos abundan en la historia, en nuestra experiencia, y en la de aquéllos que nos rodean..

¿Cuántos, en su búsqueda de Dios, han sido a cambio presionados con la ley religiosa, el ritual y la restricción?. ¿Cuántos, en su deseo genuino por conocer a Dios, han terminado aprendiendo un poco más que dogma y doctrina bajo la tutela de los líderes religiosos quienes, apenas si pueden conocer ellos mismos a Dios? ¿Cuántos, a pesar de que guardan normas religiosas exitosas, se sienten, sin embargo, vacíos por dentro?. A pesar de que la religión pretenda lo contrario, ella sólo ha podido brindarles a los seguidores de Dios una escasa parte de tradición, emoción y filosofía, mientras les niega la presencia viva de Dios Mismo.

El Fracaso de la Religión

Así es el panorama que Cristo estableció a través de Sus palabras frente a los religiosos de Su época. Con sorprendente precisión, El retrató la naturaleza verdadera de la religión y su defecto fundamental. Cristo reveló que la religión está desprovista de Dios Mismo. La misma no puede llevarnos a la experiencia viva de Dios y, por lo tanto, nos separa de El. Aunque la religión se inventó con el objeto de satisfacer nuestra necesidad interior de experimentar a Dios, la misma fracasó en su intento. Lejos de llevarnos a Dios, la religión siempre ha echado un largo vistazo a todos nosotros mientras pasaba del otro lado de la ruta.

El Buen Samaritano

Cristo concluye la parábola y nos explica parte del destino del hombre moribundo, con el viajero en dicho estado. “Pero un Samaritano, que iba de camino, vino cerca de él; y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndose en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo, cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese (6). Al presentarse a Sí mismo en la parábola como el buen Samaritano, Jesucristo revela que realmente El mismo – no la religión – es el Unico que puede llevarnos a la real y viva experiencia con Dios.

Como el Samaritano en la parábola, Jesucristo hizo un viaje para salvarnos; nosotros somos las personas heridas y moribundas en el costado de la ruta. En Su viaje buscando a los perdidos, Cristo logró lo que la religión (representada por el sacerdote y el Levita) no pudo lograr – El vino adonde nosotros estábamos con el objeto de llevarnos hacia Dios. Anteriormente, Dios existía fuera de los límites del tiempo y el espacio, y salió de la eternidad y vino al tiempo y se transformó en el hombre Jesús (7). Jesucristo fue la verdadera definición, explicación y expresión de Dios, porque El es Dios Mismo con nosotros.

La vida de Cristo puede caracterizarse de dos maneras. En primer término, El fue una vida que vinculó a Dios con los hombres y a los hombres con Dios. En segundo término, Su vida fue una continua batalla en contra de la religión – un obstáculo que separa a Dios y al hombre. Todo lo que Cristo hizo, fue unir a Dios y a los hombres. Ya sea si dio buenas nuevas a los pobres, pregonó libertad a los cautivos y vista a los ciegos, puso en libertad a los oprimidos, Cristo fue el verdadero buen Samaritano. Como una persona llena de compasión y sensibilidad por el hombre, El vinculó a Dios con el hombre. Cuando Cristo vino a los hombres, Dios vino a ellos; cuando los hombres vinieron a El, ellos vinieron a Dios. Jesucristo, simplemente por ser quien fue, hizo lo que la religión podía sólo pretender hacer. Sin embargo, este hombre fue despreciado por la religión. Cuando El sanó a los enfermos y a los paralíticos en días sagrados, la religión lo condenó por quebrantar la ley (8), cuando El expulsó demonios, la religión lo acusó de estar aliado con el diablo (9); cuando El perdonó a la gente de sus pecados, la religión lo acusó de blasfemia en contra de Dios (10). Cuando Cristo satisfizo las necesidades básicas del hombre al vincularlo con Dios, los líderes religiosos hicieron todo dentro de su poder para detenerlo (11). Finalmente, cuando los religiosos no pudieron tolerarlo más, lo asesinaron. Cristo, quien era Dios que venía a los hombres, fue asesinado por la religión cuando ésta lo clavó en una cruz de madera.

Fue en Su crucifixión que Cristo manifestó en forma total, la inmensa y profunda compasión que sentía por todos nosotros. Allí, en la cruz, Cristo sufrió por nuestros pecados con el objeto de llevarnos a Dios (12). Allí, aunque la religión se estaba burlando de Cristo, El se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente aún hasta la muerte vergonzosa en la cruz (13). Allí, el hombre al que la religión despreciaba, se conmovió y fue lleno de compasión por las personas a quienes la religión había maltratado y descuidado. Allí, el amor profundo de Cristo por nosotros, se evidenció en un acto sin reserva de amor redentor. Con posterioridad a Su muerte y sepultura y a través de su posterior resurrección de entre los muertos, Cristo se convirtió en el Espíritu vivificante (14). Como en el caso del buen Samaritano que vendó las heridas del viajero, echando aceite y vino en las mismas, Cristo Mismo viene a nosotros como el Espíritu vivificante y nos brinda Su vida divina e ilimitada.

Cristo Vs. Religión

Dentro de cada uno de nosotros, existe un deseo innato e inexorable de conocer y experimentar a Dios. Aunque nosotros hemos atravesado por innumerables tradiciones religiosas, ninguna de ellas puede responder a nuestro llanto del alma por EL. La religión, aunque tal vez esté colmada de enseñanzas referentes a Dios, está desprovista de Su viva presencia.

Jesucristo es Dios existiendo eternamente e independientemente de la religión humana. El trasciende las fronteras de la religión y hace lo que la religión sólo puede pretender hacer – El vincula a Dios con el hombre y al hombre con Dios. Cristo es la imagen del Dios invisible y no tiene nada que ver con la religión muerta. Cristo vino a nosotros como el Salvador temporal, una persona real y viva que nos encuentra en el costado de la ruta y nos brinda lo que la religión no puede hacer. Mientras que la religión nos trata sin misericordia, Cristo está lleno de compasión. Mientras que la religión nos priva de conocer y experimentar a Dios, Cristo es Dios Mismo que viene a nosotros. Mientras que la religión nos deja moribundos, Cristo es el Espíritu vivificante que viene a nosotros para llenarnos con Su vida increada y divina.

Al abrirnos a Cristo como nuestro buen Samaritano, nosotros recibimos a Dios Mismo. Al recibirlo, nuestra necesidad más profunda y perdurable – la necesidad de Dios – es finalmente satisfecha.

Lucas 10:30-32
Diccionario Merriam-Webster, décima edición. “religión”
Juan 10:1,8,19
Juan 10:10
Mateo 23:27-28
Lucas 10:33-35
Juan 14:9; 1:1, 14
Lucas 6:6-11
Mateo 9:27-34
Lucas 5:20-21
Mateo 23:13
1º Pedro 3:18
Filipenses 2:8
1º Corintios 15:45b

Desear a Dios no es religioso; desear a Dios es humano. Si desearas tener una experiencia real y viva con El, es muy simple. Todo lo que debes hacer es abrirte a EL y hacer la siguiente oración:

“Oh Señor Jesús, Te amo! Gracias porque fuiste un hombre que murió por mis pecados. Gracias porque en la resurrección, te transformaste en el Espíritu vivificante. Señor Jesús, ven a mí! Libérame de la religión y lléname con vida real y con libertad. Llévame a la experiencia total de todo lo que Tú eres. Señor Jesús, gracias por darme Tu salvación!”

Fuente: Generation Magazine

Traducción al Español: Gladys Raquel Hernández

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